Te apagaste para siempre mi Gran Margarita. Y estoy lejos de ti para poder acompañarte. Tus flores ya no volverán a alegrar mis mañanas. Tus flores ya no volverán a sonreír al cielo.
Te apagaste para siempre mi Gran Margarita. No me esperaste. No porque no quisieras, lo se. Tus debilitadas raíces y tu frágil tronco ya no resistieron más, no fueron capaces de sostenerte hasta mi llegada. Quizá sabías que no podía soportar encontrarte sin vida. Quizá lo sabías. Y como tu amor hacia a mi era tan inmenso, decidiste salvarme de ese dolor.
Estoy lejos mi Gran Margarita. Pero ya voy en camino a encontrarme nuevamente contigo para darte el ultimo adiós. Un adiós que anticipo con cierta culpa. ¿Te cuide lo suficiente, mi Gran Margarita? Dime, por favor, ¿Te cuidé lo suficiente? Me pregunto si se pudiese haber evitado este triste final si te hubiese puesto mas tiempo bajo la luz del sol o si te hubiese regado con más frecuencia. O simplemente quizá solo necesitabas que me sentara mas tiempo a tu lado.
Cuando llegó a mis oídos la noticia de que parecías estar sin vida, en mi interior albergué la esperanza durante unas horas de que sería otra fase en la que solo te marchitabas, pero que volverías a florecer. Pero no fue así. Este año has sufrido tantos marchitamientos, tan fuertes y tan seguidos que tus debilitadas raíces no soportaron más.
Aún sigo lejos mi Gran Margarita. Asimilando que ya no voy a volver a verte. A recibir el amor, compasión y solidaridad que generaba el aroma de tus flores. Simpre tenías una flor que ofrecer a cualquiera que se acercara a ti. Estas son y serán tus señas de identidad para siempre: el humor, la bondad y la capacidad de lucha. La representación del amor materno en toda su expresión.
Has dejado un vacío enorme en mi jardín, mi Gran Margarita. Llevas conmigo toda la vida y ahora no sé qué hacer con este vacío. Si pudieses hablar sé que me dirías "No te preocupes mi niño, yo estoy bien". Cada vez estoy mas cerca, mi Gran Margarita. Mientras llego sigo recordándote. No te puedo quitar de mi cabeza.
Por favor, dime que no sufriste antes de irte. Que no hubo agonía. Que no hubo mucho tiempo entre que comenzaste a irte hasta tu partida final. No puedo soportar la idea de que te fuiste sola. Sola. Estabas sola. Y yo tan lejos, mi Gran Margarita. Lejos de ti sin poder ayudarte. Sin poder socorrerte. Quizá si hubiese estado más cerca, hoy seguirías aquí. La culpa está cerca. La serenidad está intentando luchar contra ella para protegerme. La serenidad me dice que esté tranquilo, que me amabas incondicionalmente y que te ayudé a florecer cada vez que te marchitaste: "Me ayudaste mucho mi niño, y te estoy muy agradecida, no tienes culpa de nada. Te quiero mucho". Es esto lo que me gustaría creer que estás pensando, mi Gran Margarita.
Muchos de los que tuvieron la oportunidad de conocerte y estar en tu compañía durante muchos años, me dijeron en algún momento que realmente no estabas poniendo de tu parte para continuar con una vida plena. "Amenaza con dejar de regarla si no pone de su parte", me decían. Yo yo siempre respondí de la misma forma:
"Aunque sé que me va a perjudicar el que, quizá, en ocasiones, no ponga de su parte para tener una vida plena, también sé que no lo hace porque no quiere. Lo hacer porque no puede. El dolor que carga en su alma es muy profundo y fuerte. Y mi función es ayudarla siempre que lo necesite. Incondicionalmente. Como su amor hacia mí. Incondicionalmente".
Y eso es lo que he hecho mi Gran Margarita. Dime, por favor, estés donde estés, que es así. Serenidad mantente cerca de mí, no permitas a la culpa entrar.
Viviste y creciste en un suelo pobre, poco fértil. Perdiste tu primer retoño; se apagó prematuramente. No pudiste acompañar a tú segundo retoño porque te fue arrebatado. Te encerraron mas de un año sin libertad, aislada completamente del resto de las flores de tu especie y las plantas del gran jardín. Esa reclusión dañó mucho tus raíces y tu tronco. Creo que esa reclusión injertó en tu corazón la creencia de que no valías nada para el mundo. Pero aún así, nunca dejaste de dar flores. Sacabas las fuerzas de donde no había para ofrecer al mundo tu mejor versión. Ofrecer el aroma de tu gran sonrisa, mi Gran Margarita.
La mayor parte de tu vida te tuvieron en maceta. Te cambiaron continuamente de jardín. Toda la vida te tuvieron en maceta porque te faltaban las posibilidades de tener un sitio propio en el suelo del gran jardín. Tener tu hogar. Vivir en maceta y el cambio constante te impidió, en parte, echar buenas raíces. Solamente han gozado de sitio propio en el gran jardín los pudientes, los grandes, como el roble, el olivo y el frutal. Luché todo lo que pude para que tuvieras tu sitio propio y allí pudieras gozar de la tranquilidad y la seguridad que da tener un lugar estable para poder SER y PERTENECER. Eso lo logré. ¿Verdad mi Gran Margarita? Dime que sí para poder alejar la culpa. Dos primaveras pudiste disfrutar de tu propio hogar. No fue suficiente para reparar tus debilitadas raíces y tu frágil tronco, pero si te permitió vivir tus últimas primaveras con la tranquilidad que aporta el arraigo. Con la tranquilidad de tu propio lugar.
Te apagaste para siempre mi Gran Margarita. Parece un mal sueño. Aún estoy lejos, pero pronto llegaré. Aquí sigo, buscando la forma de dar sentido a lo que está pasando. Buscando la forma de transformar en un propósito todo lo que siento por tu partida.
Desde hace muchos años unos jardineros te han venido poniendo remedios en el agua porque decían que tus flores parecían apagadas, oscuras y tristes. Realmente era así. Pasaste muchos inviernos tristes, muy tristes. Durante mucho tiempo la angustia invadió tu ser. Pero tu problema no estaba en tus flores, ni siquiera en tus tallos, ni en tu tronco ni en tus raíces. Tu problema estaba en tu esencia, en tu alma, mi Gran Margarita. Durante un tiempo perdiste el "para qué" de vivir. Poca gente te comprendió. Yo lo hice. ¿Verdad mi Gran Margarita? Te lo ruego, dime que sí.
Te estaban dando un remedio para curar tus flores. Pero ahí nunca estuvo el problema: ahí sólo estaban las consecuencias del verdadero problema. Te hicieron creer que esos remedios te curarían. Pero no fue así. Por el contrario, te hicieron sentir desconectada de la vida y del resto de flores, plantas y arboles de los jardines por los que transitaste. Esos remedios fueron los responsables, de que, en numerosas ocasiones tus flores se marchitaran muy profundamente, justo eso que supuestamente los remedios debían evitar.
Llegó el momento que, cuando te faltaban, te invadía tal angustia que se decaían todos los tallos de tus flores para hacerle saber al jardinero que necesitas más remedios. El jardinero, que necesitaba conservar su trabajo, te los proporcionaba inmediatamente sin siquiera pararse a observar con detenimiento que tu problema no era químico, era existencial. Al jardinero le convenía que tu siguieras necesitando esos remedios, porque así el conservaba su trabajo, aunque eso supusiera restarle tiempo a tu tiempo de vida. Estoy convencido que esos remedios han precipitado tu partida Mi Gran Margarita. Ya lo dicen muchos otros jardineros, botánicos y biólogos, críticos y mejor documentados que los que pasaron por tu vida: esos remedios no solo no curan los problemas existenciales de hermosas plantas con tú, es que, además, las enferman y aceleran su muerte.
Aquí tengo un propósito, mi Gran Margarita: hacer todo lo que esté en mi mano para que ninguna otra planta que se cruce en mi camino, y tenga un problema en el alma como el tuyo, reciba esos remedios. Y si ya los está recibiendo, que pueda dejarlos cuánto antes. Ya tengo un propósito que puede aportar sentido a tu partida prematura: hacer todo lo que esté en mi mano para ayudar a otras Margaritas a encontrar soluciones reales para curar los problemas que se alojan en su alma. Problemas que nunca podrán curarse con remedios, sino con un lugar propio y fértil en el gran jardín, adecuada cantidad de riego y de luz del sol, y lo más importante: tener otras plantas que la miren, que la admiren y la hagan sentir que pertenece a algo mas allá de ella misma.
Te apagaste para siempre mi Gran Margarita. Cada vez estoy más cerca. Pronto llegaré. Te recordaré siempre con orgullo por tu gran capacidad de lucha, por tu bondad y tu sonrisa permanente, a pesar de los pesares. Guarda un poco de tu aroma hasta que llegue para darte el último adiós. Tus flores ya nunca volverán a sonreír al cielo, ahora inundarán el cielo para hacerlo un lugar aún mejor.
En memoria de Fátima Margarita Regalado Armas: mi madre.
Eres grande compañero!!! Que profundo mensaje a tu Eterna Margarita!!!. Es maravilloso!!. Ella te guiará siempre y con orgullo.
Un abrazo.❤️
Hermoso ser humano que eres dado que esa preciosa flor era y será la mejor de todo el jardín.Mucho amor para toda la familia
Preciosas palabras amigo.... cuanto amor desprenden tus palabras...lo siento muchísimo. Tu madre estará orgullosa de ti sin duda... la calma, la serenidad y el amor sabrán ponerle freno a la culpa. Mucho ánimo amigo y sobre todo mucho amor..
Ella orgullosa de ti estuvo y lo estará siempre amigo...tus palabras llenan el alma son puro amor hacia ella y tu hiciste todo lo posible para que se sintiera mejor ,de eso no tengas dudas.
Te quiero y un abrazo enorme para ti y otro al cielo para ella 🌼💗
Siempre va estar orgullosa de ti mi gran amigo