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Hace meses que sueño lo mismo. Estoy enfrente de un gran río, con un caudal corriendo con fuerza y agresividad. En el otro lado de la orilla está mi casa y mi madre, de 90 años, yo la miro y grito desesperadamente para que me mire, pero ella no se da cuenta. Yo no puedo cruzar, porque moriría…. Me siento como en una cárcel. Deseo verla antes de que muera. No te mueras mamá…
Ha fallecido mi padre, y no pude despedirlo. Falleció mi hermana y tampoco pude decirle lo mucho que la quería y acompañarla al cementerio.No puedo visitar mi país, si lo hago, me matarán. La sociedad de mi país no acepta la diversidad sexual. Mi madre me llama y dice que me extraña. Mi hermano con discapacidad no dice nada, pero yo siento que debo estar con él.
Mi físico me acompaña, pero mi nombre me delata. Quisiera borrarlo y empezar de cero. Quisiera poder viajar al pasado y modificar la partida de nacimiento y que en ella apareciera un nombre femenino.
Cuando me vine a España hace 24 años, en la aduana a la salida de mi país, unos policías advirtieron que en mi documento figuraba nombre de hombre, pero yo era una mujer. Me pidieron que los acompañara a un cuarto junto a un almacén. Mi madre que estaba acompañándome se quedó esperando. Yo pensé que se me habría olvidado algún documento o tendría que firmar algo. Pero no fue así. Abusaron de mí… Mi madre preguntó cuando salí, ¿qué querían? Que firmara unos documentos, respondí. No quise hacerle daño.
Anoche dormí en la playa, me han echado de la habitación de mala muerte que tenía alquilada. Me duelen los huesos y me siento sucia. Me he bañado en la el agua del mar por la madrugada cuando nadie mira, está muy fría.
No tengo suficiente dinero para pagar el alquiler y la fianza de un apartamento. No hay albergue ni casa de acogida en el sur de Tenerife. Solo tengo dos amigas y no están aquí. Extraño a mi familia más que nunca en este momento. Pero tengo que ser fuerte.
(*) Fragmentos de la entrevista que he mantenido esta semana con S.L.