Hoy he cerrado un proceso terapéutico de casi un año de duración (unas 14 sesiones). Lola (nombre ficticio) presentaba un problema crónico en su funcionamiento social, determinado fundamentalmente por soluciones intentadas ineficaces y redundantes que la habían situado en un bucle de - no acción - y lucha contra sus procesos internos. He intervenido con el caso a través de un método basado en un enfoque de Aceptación y Compromiso y técnicas narrativas.
Al finalizar un proceso terapéutico me gusta hacer entrega de un Diploma de Reconocimiento. Este es el de Lola.
Nuestras vidas están constantemente entrelazadas con la narrativa, con las historias que nos contamos y que oímos contar, con las que soñamos o imaginamos, o con las que nos gustaría contar. Los relatos dan forma a las vidas de las personas y sus relaciones.
Este diploma no es más que un relato en forma de galardón, una narrativa alternativa, una forma de destacar los logros, capacidades y competencia de la persona, así como su lugar en la comunidad. Es una forma generosa de fijar los cambios y construir un camino al futuro después del proceso terapéutico. Es una forma amable de despedir a la persona (sabemos que puede existir una ligera dependencia hacia la figura del trabajador/a social cuando la intervención ha sido prolongada en el tiempo).
Esta técnica es propia de la terapia narrativa donde es común el uso de cartas, historias, contradocumentos, certificados y declaraciones.
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