Acontecimientos como el de hoy son los que pasan a formar parte del diario de campo de cualquier trabajador social. También de su diario de vida, cómo no. Acontecimientos con el de hoy son los que nos hacen llorar de alegría cuando sabemos de la felicidad de las personas con las que trabajamos. Sí, los trabajadores sociales también lloramos. Y me encanta. Es algo que me indica que aun no me he quemado, que sigo disfrutando de mi profesión y estoy vivo por dentro. No es fácil sobrevivir a la castración emocional a la que nos somete la burocratización de la administracion y de la vida. Hoy en día hay muchos trabajadores sociales castrados, lamentablemente. Hoy Tirma (nombre ficticio), después de mas de 7 años viviendo en la calle, tiene un HOGAR. Ha logrado entrar en el programa Housing First. Un hogar de verdad, no un pseudohogar como son los centros de alojamiento, pisos tutelados, albergues o otras replicas chinas del Modelo de Escalera (modelo de intervencion con personas sin hogar predominante en España).
Hace 8 años que conozco a Tirma. Trabajamos juntos su proceso de inclusión social durante 5 años. Su historia de vida, sus circunstancias y sus estilo de afrontamiento de la adversidad que supone vivir en la calle, iniciaron mi interés por la resiliencia de las personas sin hogar en 2010. Esto concluyó con la investigación que dió sustento a mi tesis doctoral . Tirma expresó una de las metáforas que me han resultado más impactantes en mi vida profesional y que representan fielmente la agonia de vivir en la calle siendo mujer. Le pregunté: - Tirma ¿Qué es lo peor de vivir en la calle? - No poder cerrar la puerta Jonathan. Respondió. El miedo impide ser feliz (Punset, 2015). Y vivir en la calle provoca un miedo indescriptible. Vivir en la calle expone a las personas a vivir en constante alerta. Los mecanismos de respuesta al estrés en constante funcionamiento, día y noche. Sobretodo la noche. Agresores, delincuentes del odio y ratas son los principales protagonistas de las pesadillas nocturnas de las personas sin hogar. Esta noche Tirma va a poder dormir tras una puerta segura, al calor de un hogar. Ésto me hace feliz. EL HOGAR ES LO PRIMERO No se puede iniciar un proceso de inclusión sin hogar. No se puede superar una dependencia al alcohol sin hogar. No se puede recuperar la salud mental sin hogar. Sin hogar es inviable recuperar las relaciones con el mundo. Sin hogar no es posible la resiliencia. Así lo demuestran los resultados de la investigación que he realizado, y muchas otras en el mundo apuntan resultados similares. Como profesionales, proponernos objetivos como los anteriores, o aún peor, imponerlos, no sólo es poco etico, sino que carece de sustento científico. Proponer a casos como el de Tirma superar el alcoholismo viviendo en la calle pone en evidencia la ignorancia de muchos y muchas profesionales en cuanto a investigación cientifica en materia de sinhogarismo se refiere. Pone en evidencia el carácter moralizante y doctrinal de la intervención.
Uno de los resultados principales encontrados en la investigación que desarrollé, es la existencia de una relación inversa entre la falta de hogar y factores como la resiliencia y la salud. Es decir, tener hogar promueve la resiliencia y la salud, y no tenerlo las merma. Y cuando se habla de hogar, se excluyen las copias baratas. Un techo no es suficiente, se necesita un hogar, estable, accesible, adecuado y habitable. Luego, los recursos de alojamiento inspirados en el Modelo de Escalera no facilitan la resiliencia, al contrario, la inhiben. El hogar es un meta-factor de resiliencia, por el impacto sinérgico que tiene en toda la vida de la persona. Es un espacio que reporta una seguridad básica al sujeto que influye en la forma en la que interpreta la adversidad, atribuye significado a su vida, se mira a sí mismo y los demás. Le permite iniciar, mantener y desarrollar las relaciones sociales, establecer vínculos y redes de apoyo. Le permite la (re)construcción de una vida. Los procesos de incorporación a un verdadero hogar de una persona que ha pasado tanto tiempo en la calle como Tirma me permite conectar con las pequeñas cosas de la vida. Ver las explosiones de alegría por tener una llave que cuidar y no perder, por poder tener jamon y queso en una nevera, poder darse una ducha con agua caliente en la intimidad (no en las duchas públicas de la playa), tener un pájaro y poner la foto de tu hijo sobre una mesa de noche para verla antes de dormir, me hacen sentirme agradecido por lo que tengo. Procesos así convierten cosas tan simples como comer, dormir y ducharse en experiencias extraordinarias. Procesos así, me hacen sentir que mi vida tiene sentido.
Enhorabuena Tirma, ahora comienza tu viaje hacia la resiliencia. Ahora tienes las bases para que ese potencial que todos hemos observado en ti se despliegue. Gracias por enseñarme tanto. "Una persona inmersa en la adversidad, le juega una partida de ajedrez a la desiliencia para poder salir adelante y transformar su vida. Necesitará emplear todos sus recursos personales, sus habilidades y también requerirá del apoyo incondicional de alguna persona que la acompañe durante la partida. Cada ficha es, además, un recurso en sí mismo que, en interacción con el resto, abre diferentes vías para ganar. No obstante, una obviedad es que sin tablero no hay partida. Sin partida no se puede ganar. El hogar es el tablero..." (Regalado, 2017).