Cuando intervenimos con madres y padres de niñ@s que presentan algún tipo de problema, es frecuente que éstos sientan y piensen que son culpables de los problemas actuales por los que atraviesan. Suelo encontramelo asiduamente en desajustes del comportamiento, emocionales, problemas con las interacciones sociales, trastornos del aprendizaje y malestar emocional como consecuencia de la opresión en casos de diversidad afectivo-sexual y de géneros. La excesiva psiquiatrización de la vida cotidiana hace estragos. Aunque también tiene su influencia las novelas mexicanas y la música de Maluma, aunque parezca que no.
La culpa en ocasiones se manifiesta de manera explícita, desde la primera entrevista, pero no siempre es así. En muchas ocasiones está implícita en el discurso que la madre o el padre proporciona sobre el origen del problema y su evolución. El clínico ha de estar pendiente a todos los mecanismos de comunicación verbal y no verbal para detectarla, reflejarla y reencuadrarla. Es importante permitir a la persona verbalizar, socializar y ventilar los sentimientos. La culpa puede inmovilizar a la persona, generar otros sentimientos asociados como tristeza y angustia, y dificultar el desempeño del rol parental/marental.
Un procedimiento útil, bajo mi experiencia, para abordar la culpa en estos procesos es identificarla, elicitarla, ventilarla y reencuadrarla. Todo ello con el objetivo de aliviar su impacto emocional en la persona, las repercusiones en el desempeño de sus roles y en la situación del niño/niña. Evidentemente, para poder llevar a cabo este reencuadre, se ha de llevar a cabo primero una adecuada evaluación del caso.
Identificar, elicitar,
ventilar y reencuadrar
Para reencuadrar la culpa, resulta útil compartir con la familia, a través de preguntas más que de afirmaciones, los siguientes discursos de encuadre:
Discurso 1. Si se ha cometido algún error ha sido basándose en una intención positiva, buscando lo mejor para su hijo/a, por lo tanto, no es útil hablar de culpa, sino de responsabilidad. Es importante poner en evidencia que toda conducta persigue, en algún nivel, una intención positiva para el que la realiza. Esto nos lleva a considerar que podemos errar en los medios, pero el fin es considerablemente lícito y legítimo.
Discurso 2. El problema (y las soluciones) está causado por múltiples factores, donde madres y padres son una parte, no el todo (multideterminismo). Los problemas no están nunca causados por un único factor, ni por la influencia de una o dos personas. Las personas que influyen en el niño son todos los vínculos afectivos y agentes socializadores que lo rodean: progenitores, el grupo de pares, los medios de comunicación de masas, los videojuegos, etc. De este modo no pueden ser culpables. En todo caso, han sido co-responsables o co-constructores de un resultado, el coalición con otros agentes y discursos, en donde el niño/a también ha tenido un papel activo. Hemos de alejarnos de las explicaciones reduccionistas y psicologizantes de los problemas humanos. Un conglomerado de factores biológicos, psicológicos, sociales, culturales, ambientales y hasta espirituales conforma tanto el origen como la solución de los problemas humanos. Y no solo eso, sino que están interrelacionados entre sí (perspectiva persona-en-situación).
Discurso 3. Resulta útil considerar en el discurso, las fortalezas intrapsíquicas, competenciales y relacionales que presentan tanto los progenitores/as como el niño o la niña. Este discurso invita a poner el acento en las fortalezas, no en el déficit. Proporciona esperanza realista, aumenta la autoestima y genera motivación para el afrontamiento adaptativo. ADemás, este discurso invita a los protenitores/as a considerar que también han sido co-responsables de este resultado: las fortalezas del niño/a.
Discurso 4. Otro discurso de encuadre es aquel que “poner sobre la mesa” cómo ha influido en el problema determinados factores socioculturales y políticos, como la socialización de género, la opresión, la construcción social de lo normal y lo patológico, la hegemonía de los sistemas psiquiátricos de clasificación de la vida normal, etc.
Discurso 5. Por último, resulta útil construir un discurso de encuadre junto a la familia donde se ponga de relieve la utilidad empírica de las adversidades. Los problemas, aunque dolorosos, encierran una oportunidad: la resiliencia. En la clínica se observa con frecuencia la tendencia de las figuras adultas a ver al niño o niña que presenta el síntoma como un víctima, como un ser vulnerable. Victimizar a un niño/niña puede generar efectos negativos en su autoconcepto, sentimientos de indefensión, baja autoestima y reducir su capacidad innata de resiliencia. El problema, que parece lo peor que puede haberles pasado en la vida, puede ser, y así lo muestra la evidencia científica, una oportunidad para el desarrollo y la superación del niño o la niña, y un recurso de utilidad para toda la vida. Evidentemente, para lograrlo, es necesario la promoción de los factores que promueven la conducta resiliente en la infancia y las familias, que son personales, relacionales y comunitarios (Regalado, 2017a; Saavedra, 2003).
La intervención con la subjetividad humana, desde el Trabajo Social Clínico, goza de un valor añadido con respecto de clínicas de otras disciplinas: la comprensión crítica y holística de la situación. El Trabajo Social Clínico está caracterizado por la Perspectiva Persona-en-Entorno y el uso de modelos definidos como holísticos. La perspectiva Persona en su Ambiente —en adelante PEA—, es definida por la Asociación Nacional de Trabajadores Sociales de Estados Unidos de América —NASW, en sus siglas en inglés— como la forma de ver a la persona como parte de un sistema ambiental, que engloba las interacciones recíprocas entre la persona, sus relaciones y el ambiente físico y social (National Asociation of Social Work, 2005: 10), siendo tres las situaciones que pueden producir problemas en el funcionamiento social: los sucesos vitales estresantes, las dificultades relacionales y la falta de respuestas adecuadas por parte del entorno (Gitterman, 2009 en Concoran y Walsh, 2010: 12).
En este enfoque, el acento no se pone en el sujeto ni en el entorno de manera inconexa, sino en la interacción entre ambos, logrando un equilibrio entre las consideraciones intra-psíquicas y ambientales: una configuración gestáltica y holística. Así mismo, busca una "aproximación" a los factores determinantes de las situaciones de desajuste y no una simple descripción de hechos y problemas. Sin embargo, transciende la causalidad simple y lineal hacia una causalidad compleja, de conexiones recíprocas y relaciones dinámicas entre los distintos elementos de una situación (Regalado, 2017b).
El Trabajo Social Clínico contemporáneo concibe e interviene en el malestar psicosocial y la subjetividad humana mediante lógicas y procedimientos tan amplios que lo posicionan como un agente clave en cualquier contexto donde existan problemas humanos.
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REFERENCIAS
Concoran, J. y Walsh, J. (2010). Clinical assessment and diagnosis in social work practice. New York: Oxford University Press.
National Asociation of Social Work, (2005). NASW standards for clinical social work in social work practice. Washington DC. URL: https://www.socialworkers.org/practice/standards/naswclinicalswstandards.pdf [Consultado el 7 de febrero de 2016].
Regalado, J. J. (2017a). Sinhogarismo y resiliencia. Análisis del nivel y la configuración de factores de resiliencia (Tesis doctoral). Universidad de La Laguna: España
Regalado, J. (2017b). La evaluación y el diagnóstico en trabajo social clínico. En A. Ituarte, Prácticas del Trabajo Social Clínico. Valencia: Nau Llibres.
Saavedra, E. (2003). El enfoque Cognitivo Procesal Sistémico, como posibilidad de Intervenir educativamente en la formación de sujetos resilientes. (Tesis doctoral). Valladolid: Universidad de Valladolid.