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  • Foto del escritorJONATHAN REGALADO REGALADO

¿CENTRARNOS EN EL CASO O CENTRARNOS EN LA CAUSA? RETOS ACTUALES PARA LA PRÁCTICA CLÍNICA


El Trabajo Social Clínico contemporáneo, por su potencial en la intervención sobre lo complejo, y sus marcos epistémicos y metodológicos integradores, y su aplicabilidad a cualquier contexto de intervención, es la especialidad del Trabajo Social que gozará en un futuro próximo de la mayor expansión.


Que aún no esté el Trabajo Social Clínico plenamente consolidado en los contextos Iberoamericanos es un problema, pero constituye una oportunidad de oro: la oportunidad de poder construir un Trabajo Social Clínico plenamente coherente con la visión, misión y valores del Trabajo Social, del que nunca debió alejarse. Esto no es un Trabajo Social Clínico que se dedica exclusivamente a diagnosticar trastornos mentales y administrar psicoterapia. Esto es un Trabajo Social Clínico, que además de clínico (especializado en la subjetividad humana y el bienestar psicosocial), sea crítico, político y emancipador.

Esta oportunidad viene acompañada de grandes retos para la profesión, y entre ellos está la deconstrucción de los enfoques ortodoxos y la tradición teórico-metodológica polarizada y dicotómica, para construir enfoques y prácticas clínicas verdaderamente integradoras.


¿Centrarnos en el caso o centrarnos en la causa? entendiendo esta última como el mandato universal de nuestra disciplina de velar por la justicia social, los derechos humanos y la emancipación. Esta una dicotomía que arrastra la profesión desde sus inicios y que aún parece que continúa sin resolverse si escuchamos los discursos predominantes dentro de la profesión y gran parte de la literatura disponible.


Por una parte tenemos los enfoques centrados en el caso. “Aunque existan determinantes sociales y estructurales, las soluciones a los problemas están en el individuo” , “Las personas necesitan cambiar su actitud, su comportamiento, aumentar su capacidad de adaptación y de resiliencia”. Asistimos entonces a un determinismo psicológico, donde el centro de la intervención es el diagnóstico y la aplicación de recetas interventivas universales diseñadas a priori en base a modelos de intervención y manuales de diagnóstico, no a la singularidad persona-entorno. Entre estos enfoques se encuentra el Trabajo Social Clínico psicologizante y psiquiatrizado y aquellas prácticas profesionales que se dedican aplicar, de manera exclusiva y dogmática modelos psicoterapia. Es reflejo de la práctica profesional centrada en lo micro y meso, subyugando lo macro, la justicia social, los derechos humanos y la emancipación de la persona de las dinámicas de opresión, desigualdad y discriminación que irremediablemente condicionan y modulan su subjetividad. La curación y la salud requieren más que el asesoramiento y el apoyo, requieren atención a las actitudes, valores y prácticas que oprimen y limitan a las personas de participación totalmente en la sociedad (Gómez & Yassen, 2007; Pearmmutter, 2002). Estas prácticas están abocadas a convertirse en cómplices de las lógicas opresoras de los sistemas y, por tanto, perpetuadoras del malestar psicosocial.




En el otro polo, tenemos las prácticas críticas radicalmente estructuralistas, de corte moderno, que se centran en la causa política. "Las causas de los problemas de la gente se deben a los factores estructurales, por esa razón, la solución es el Estado de Bienestar y otras recetas de carácter socioeconómico y estructural". Esta es una afirmación frecuente en los entornos de Trabajo Social. Gran parte de los enfoques críticos clásicos parten de un determinismo sociológico estructural, de corte moderno, que corre el riesgo de caer también en la prescripción de "recetas sociales universalizadoras". Entendiendo que cada sujeto es un proceso dialéctico, un proceso dinámico de fuerzas individuales y socioculturales, una práctica del Trabajo Social sociologizante corre el riesgo de subyugar la dimensión singular del ser humano y las necesidades que pueda tener en una situación de malestar determinado.


Esto al fin y al cabo también es una forma de opresión, pues, a través del saber experto, se genera un discurso dominante que proclama la superioridad de una dimensión del ser humano (sociocultural y ambiental) sobre otra (la subjetividad). Al fin y al cabo, esto es una reproducción de las lógicas patriarcales, capitalistas, coloniales y opresivas, cayendo paradógicamente en el extremo del que se dice el Trabajo Social querer alejarse. Con esta práctica, se cae igualmente un discurso dominante de verdades universalmente aplicables, subyugando los relatos singulares, sin importar la forma que tiene cada sujeto de ver su realidad particular, desdibujando la diversidad, desatendiendo lo local, lo inconsciente, lo personal y las necesidades particulares que puede tener un ser humano en una situación de malestar concreta. Se centra prácticamente toda la atención en lo macro, desatendiendo lo meso y micro, sin entender que el cambio real debe incorporar todos los niveles de la realidad social, suponiendo que existan, y eso irremediablemente incluye a los sujetos singulares y su subjetividad idiosincrática.


De este modo, tanto psicologizar como sociologizar el enfoque y la práctica del Trabajo Social será tremendamente perjudicial, tanto para la profesión, como para las personas y comunidades a las que nos debemos. Ambas parten de enfoques parciales (no integrales) del ser humano, perpetúan el malestar psicosocial, inhiben la emancipación del sujeto y generan condiciones de opresión ideológica que no contribuyen a la justicia social, todo lo contrario. Procurando la justicia social, si se radicaliza el objetivo, generamos injusticia social y opresión al olvidarnos del sujeto individual. Procurando el alivio de sintomatologías individuales, si se radicaliza el objetivo, generamos injusticia social y opresión por olvidarnos de las condiciones socioculturales y estructurales que atraviesan transversalmente cualquier subjetividad.


Teniendo en cuenta este panorama, hemos de encontrar posicionamientos epistémico-filosóficos, teórico-políticos y técnico-metodológicos que nos permitan llevar a cabo prácticas de Trabajo Social que tengan en cuenta tanto el caso como la causa. Es hora de poner a conversar al Marxismo y al Psicoanálisis, a la Terapia Cognitivo-.Conductual con el Feminismo, a la Defensa de los Servicios Sociales con la Terapia Narrativa, a la Terapia de Aceptación y Compromiso con el Activismo Social. El desafío del Trabajo Social es encontrar maneras de trabajar la justicia social respetando las necesidades individuales de las personas (McLaughlin, 2006). A este respecto, el Trabajo Social Clínico renovado, que comienza a desarrollarse en el contexto de Iberoamérica desde hace unas décadas, puede ser un enfoque de alta utilidad. Hablamos de un Trabajo Social Clínico crítico, político y emancipador. La práctica clínica del Trabajo Social es muy necesaria en las sociedades contemporáneas, porque contribuye a la transformación personal a la par que a la transformación social. Promueve la transformación de aquellos factores individuales que están determinados por la opresión internalizada, la cual se genera como consecuencia de la exposición continuada a condiciones de desigualdad, opresión y discriminación por diversas razones (sexo, género, etnia, clase social, orientación sexual, diversidad funcional, etc.). Contribuye a la transformación social, a partir de métodos críticos y ambientales, tanto directos como indirectos. El trabajador social clínico para poder convertirse en un profesional integrador, que realmente promueva tanto el bienestar psicosocial, como la emancipación y la justicia social, debería integrar en su práctica al menos los siguientes elementos.


  1. Identificación y deconstrucción de nuestros privilegios. Hemos de ser consciente, reconstruir y confrontar sus privilegios como profesional (Harro, 2000). No elegimos los privilegios al nacer, nos vienen dados por la cultura y el momento histórico, pero somos responsables de tomar conciencia de estos y reconstruirlos para evitar reproducir y ser cómplices de la opresión que generan sobre determinados colectivos y subjetividades. En mi caso, ser un cuerpo con pene, socializado en la cosmovisión patriarcal, machista, de “raza blanca” y eurocentrista, ha sido temas por los que he comenzado.

  2. Adopción de paradigmas y aplicación de métodos integradores. Es frecuente observar como muchos trabajadores sociales clínicos que se han convertido en aplicadores expertos de psicoterapia. Y esto, digan lo que digan, no es Trabajo Social Clínico. La psicoterapia es un método más, entre tantos otros, que utiliza el TSC para desarrollar su práctica, pero reducir su práctica únicamente posiciona a la práctica en la psicologización de la cuestión social, violando la visión, misión y valores de nuestra disciplina.

  3. Activismo social. En último lugar, el trabajador social clínico emancipador ha de salir a la calle a acompañar las luchas sociales de los colectivos con los que trabaja. No se puede hacer práctica clínica emancipadora exclusivamente desde el interior de un despacho. Una intervención emancipadora convoca a los trabajadores sociales a convertirse en clínicos activistas (Belkin y Fleck, 2014).

ALGUNAS CLAVES PARA LA INTERVENCIÓN


Una estrategia útil para lograr que la práctica clínica contribuya a la justicia social es el uso de la Defensa de Caso (Advocacy): instrumental, educativa y/o práctica (Gómez & Yassen, 2007). La defensa, es y ha sido un método tradicional en el Trabajo Social. Lamentablemente no se han entendido como un método sistemático en España y no existe desarrollo. Ni siquiera se lo identifica como tal ni se valora su potencial. Hoefer (2006) define la defensa como, tomar medidas en forma sistemática y deliberada para defender, representar o progresar en la causa (objeto político, no causa del problema) de uno o más clientes a nivel individual, grupal, organizacional o comunitario, con el propósito de promover la justicia social. La Defensa de Caso permite cambiar las actitudes, promover el acceso a recursos, reducir el estigma, defender las identidades culturales, eliminar barreras y garantizar que las voces silenciadas se escuchen (McLaughlin, 2009).


Otras técnicas y modelos de utilidad para una práctica clínica emancipadora.

  • Análisis y evaluación estructural: identificar co-participadamente con la persona, los factores socioculturales y estructurales que afectan a sus vidas y el concepto de ciudadanía activa.

  • Práctica ideológica: conversar y trabajar con la persona para expandir la forma en la que entienden, analizan y responde a los problemas que le afectan, desde ideologías emancipadoras.

  • Defensa individual y social.

  • Mediación familiar, social y comunitaria.

  • Gestión de recursos sociales y materiales.

  • Visibilizar, de manera firme y rigurosa, tanto en los informes sociales como en la coordinación interdisciplinaria, los determinantes tanto personales como estructurales de los problemas de la gente.

  • Activismo social.

  • Gestión de casos (case management).

  • Métodos terapéuticos afirmativos (como la Terapia afirmativa LGBT).

  • Intervención/Terapia Narrativa.

  • Modelo de Salud Liberador (Belkin y Fleck, 2014).

  • Modelo de educación popular de Paulo Freire.

  • Casework Radical de Janes Fook.

  • Casework de Bertha Capen Reynolds, que combina teoría marxista y psicoanálisis freudiano.

La clínica del Trabajo Social contemporáneo nada tiene que ver con la clínica de los años 60. Actualmente tiene un intenso carácter crítico, político y deontológico, características que conforman el principal elemento diferenciador de nuestra clínica con respecto a las prácticas clínicas de otras disciplinas. El Trabajo Social Clínico contemporáneo, es la especialidad del Trabajo Social que gozará, en un futuro próximo, de la mayor expansión.

 

REFERENCIAS

  • Belkin, D. y Fleck, A. (2014). Social Justice in Clinical Practice. New York:: Routledge.

  • Gómez, C. y Yasson, J. (2007). Revolutionizing the clinical frame: individual and social advocacy practice on behalf of trauma survivor. Journal of Aggression, Maltreatment & Trauma, 14 (1-2), 245-263.

  • Hoefer, R. (2006). Advocacy practice for social justice. Chicago: Lyceum Books Inc.

  • McLaughlin, A. M. (2006). Clinical social work and social justice. Dissertation Abstracts International. The Humanities and Social Sciences, 6(11), 4337.

  • Pearmmutter, S. (2002). Achieving political practice: integrating individual need into social action. (1), 31-51. Journal of Progressive Human Services, 13.

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