Enero 2013.
M.C.P son las iniciales de la persona sobre la cual versa la siguiente historia. Hace un año y poco que comenzamos a trabajar juntos. Lo conocí una mañana en la que programamos que iría a visitarlo al lugar dónde vivía: la Playa de Los Cristianos. Llevaba allí dos largos años.
Su casa era una caseta de camping, su patio un vasto espacio de arena y callados, y su ducha un amplio, frío y salado mar. Un detalle que jamás olvidaré es el esmero con el que tenía cuidado cada detalle de su humilde hogar: tenía una nevera improvisada con callado que mantenía fresca el agua durante las largas jornadas de agobiante calor sureño; un pequeño muro, de unos 40 centímetros de alto, rodeaba el lugar en forma de semicírculo; también había una puerta elaborada con caña, la cual nos llegaba a la altura de las rodillas; todo ello le proporcionaba un cierto aire de intimidad y privacidad al lugar. Tenía caracolas y conchas decorando los dos metros cuadrados de su casa. Me decía que, aunque estuviera en la calle, quería sentirse a gusto, como en casa. Algunas hojas de palmera hacían las veces de techo protector de las inclemencias del tiempo, especialmente de noche y en los días de lluvia.
M. destaca como momentos especialmente dolorosos y traumáticos de esa etapa reciente de calle, el no poder dormir por miedo a que le mordieran las ratas, la ansiedad que le hacía apagarse cigarrillos en el cuello. No obstante, ha superado con sobresaliente esa situación. Después de casi un año trabajando en colaboración, M consiguió acceder a un piso de alquiler. Ahora, después de un año desde que dejó la calle, escribe este relato sobre su historia.
Cuando lo conocí, enseguida supe que sería muy interesante trabajar con él. En su discurso existe siempre un lugar para la esperanza, la lucha, la motivación y la ayuda al prójimo. Muchas personas agradecen a la vida por tener un teléfono de última generación, el coche de moda, la ropa en tendencias, poder salir de fiesta, ir al cine... M. agradece a la vida por haber puesto en su camino a su perro, y al mar, que junto al amanecer le han dado sosiego y alimento durante tres años de su vida. Creo que éstas son algunas de las fortalezas que han hecho que M., a pesar de las adversidades a las que ha estado y está sometido, mantenga el deseo de vivir y de realizar cosas valiosas en la vida, para él y para los que le rodean.
Confiamos en ti M.
Mayo 2013.
Hoy M. ha venido a la cita que regularmente mantiene conmigo acompañado de un interesante escrito. En él se pregunta cómo ayudar a personas que actualmente se encuentran en una situación similar a la que atravesó él hace muy poco tiempo. La conclusión que extrae está en la carta que figura como foto de este post.
Es apasionante descubrir tantas fortalezas en tan pocas palabras. M. es una demostración de empatía, esperanza, optimismo e impulso vital. ¿A qué esperamos para liberarnos de la ira, el miedo, la depresión y la ansiedad? ¿A qué esperas para mirar alrededor con atención y disfrutar de lo único real que es el momento presente? Si una persona que ha atravesado por la exclusión social más severa que existe (sinhogarismo) puede lograrlo, TU TAMBIÉN PUEDES. Confía....
Gracias M, por tu compartir tus conocimientos avanzados sobre la vida.